La Novena Sinfonía
- carlos Martínez
- 8 oct 2017
- 5 Min. de lectura
Dicen los expertos que es el tema mas importante de la historia, a mi en lo particular se me hace que es un tema que demuestra la existencia de algo muy por encima de la perfección humana, llevando a los espíritus a un terreno divino, pues adentrándose en la secuencia de notas, y aún sin saber de música, no es posible dejar de sentirse excitado y emocionado al momento de escucharla.

Su nombre: “La Novena Sinfonía” de Beethoven, mejor conocida como “El Himno a la Alegría”, inspirada en la obra de Fredrick Schiller “La Oda a la Alegría”, tema que trata sobre la libertad del espíritu, mismo que cuando leyó Beethoven, quedó extasiado e inspirado, tanto así que cuando le solicitaron un Himno a la Libertad para Francia, apoyando a Napoleón Bonaparte, quedó fascinado por la tarea. El quería que su música fuera la inspiración de todos aquellos que luchaban por la libertad, igualdad y fraternidad, lema que el General francés divulgaba, aunque la realidad fue que cuando quedó terminada, el compositor se dio cuenta que estuvo trabajando para un egomaniaco que solamente pensaba en hacerse emperador y sus ideales estaban totalmente apartados de los fines que perseguía, razón por la cual Beethoven quedó desconsolado, pues su inspiración no serviría para lo que tanto se había esforzado.
Pero, ¿qué es lo que hizo posible el alemán? La Novena Sinfonía esta compuesta por 4 partes y la mas conocida es la última, tanto así que me atrevería a afirmar que no existe ser en este mundo que no conozca mínimo la parte mas famosa, pues has sido grabada por músicos populacheros como Miguel Ríos o José Luis Rodríguez “El Puma”, y aunque no suena tan espectacular, aun así logra enchinarnos la piel al momento de escucharla.

Fue estrenada en Viena el 7 de mayo de 1824 y tiene una duración aproximada de 72 minutos, como dato curioso los discos compactos (CD), tienen la misma duración, pues fueron pensados para que cupiera este histórico tema.
Si se escucha detenidamente y sin interrupciones podemos notar que está compuesta de una forma muy especial: El primer movimiento nos hace pensar en el inicio de la vida, no se sabe que va a suceder, solamente existe una tranquilidad increíble que se asemeja a un bebé en el vientre de su madre, cuando de pronto suena un acorde de Re menor imponente, desafiante, es solamente un acorde, pero que hace sentir el dolor del parto y en ese momento, ya existe la vida., se escucha una dulzura y una tranquilidad que poco a poco nos va llevando a algo desconocido, a algo insospechado, a algo sublime, es el equilibrio perfecto entre el dolor y el gozo, típico de la niñez.
El segundo movimiento es mucho más festivo, es música mucho más alegre, con más ritmo y nos incita a bailar, algo que nos hace la vida más llevadera.
El tercer movimiento es lento, pero muy importante, ya que es semejante a la transformación, es algo incomprensible, algo inexplicable, algo que no se puede decir con palabras, pero muy sencillo de sentir, algo que nos lleva al encuentro de lo mejor que tenemos en nuestro interior y empezamos a hallar respuestas, nos queda claro que es el amor, que es la esperanza, que es la libertad, de pronto, nos damos cuenta que tenemos siempre algo bueno para dar, podemos dar amistad, podemos dar amor, podemos dar comprensión, podemos dar perdón, en otras palabras, empiezan a surgir los mejores sentimientos que albergamos en nuestro corazón.

Una vez que asimilamos este tercer movimiento, cuando ya hemos transformado nuestro interior y estamos llenos de cosas buenas, es cuando estamos preparados para escuchar ese maravilloso canto, el canto a la libertad, el canto a la alegría, el canto que nos invita a unirnos unos a otros en un abrazo sin fin, en un abrazo eterno, y llegamos al momento cumbre: cuando los instrumentos son insuficientes para externar todo lo que quiere expresar el autor y recurre de forma majestuosa a la voz humana, de una forma inefable se escucha la voz de Dios, y es que dice la traducción del último verso: “Abrazaos multitudes, este beso al mundo entero”,siendo esta la transcripción fiel del texto de Schiller, quedando clara la intención de la obra.
Cuando se estrenó, Beethoven tenía 53 años de edad, y tenía 12 años de no presentarse en público, pues es casi el tiempo que dedicó a su composición. Aunque oficialmente la dirigió Michael Umlauf, compartió el escenario con el autor y otro dato curioso es que en un ensayo de otra de sus obras llamada FIDELIO dos años antes, fue un desastre por la sordera que ya padecía el músico teutón, situación por la cual estuvo solamente adornando el escenario, pues los músicos se limitaron a leer sus partituras sin prestar atención al director, con lo cual la obra fue un éxito sin precedente aunque solamente se había ensayado en dos ocasiones. Una vez terminado el concierto, fue la contra-alto Caroline Unger la que se dirigió a Beethoven y lo hizo voltear hacia el público, pues no escuchaba la ovación, y quedó emocionado, al borde de las lagrimas cuando observó aquel espectáculo: señores gritando y aventando pañuelos al aire, señoras llorando y desmayándose porque pudo más la emoción de escuchar el tema más grandioso jamás creado.

Aunque no sirvió para lo que fue compuesto, es decir, ser fuente de inspiración del ejercito napoleónico durante la Revolución Francesa, si lo fue durante la Guerra Fría, pues del año 1956 a 1968 fue el himno de la Alemania del este cuando el Muro de Berlín separaba al país teutón.
En 1972, el 4to movimiento fue adoptado como himno por el Concejo de Europa y desde 1985 se convirtió en el himno oficial de la Unión Europea.
En el año 2013, La Novena Sinfonía fue declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, y es algo que habla de la influencia que ha ejercido sobre la raza humana desde su creación.
Como todo personaje influyente, Beethoven no se ha salvado de leyendas y maldiciones, pues justamente esta que fue su magna obra (y posiblemente de todo el acervo musical), fue también la última, ya que murió poco tiempo después y surgió la idea de que los grandes autores después de componer su novena sinfonía, mueren al poco tiempo, y aunque es solo una superstición, es una extraña coincidencia que le sucedió a algunos músicos, entre los que destacan: Franz Schubert, Antonin Dvorák, Anton Bruckner, Gustav Mahler y Ralph Vaughan Williams.
Desde mi muy particular punto de vista, solamente puedo decir una cosa: “Gracias Ludwin por hacer posible este tema”, mismo que pretendo nunca escuchar en vivo, pues solamente al colocarme unos audífonos y subirle al volumen, es motivo de terminar con lágrimas en los ojos por una emoción desbordante, si llegara a escucharla en vivo, creo que podría desmayar en ese instante por todo lo que expresa, tal es mi admiración por este tema, que al momento de escucharlo, me siento libre y sin ataduras, cosa para la que fue escrita por el mayor genio musical de la historia: Ludwin Van Beethoven y que por casi dos siglos, ha hecho florecer los mejores sentimientos del ser humano.
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